jueves, 28 de abril de 2016

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Juan 17:20-23


20 »No te pido solo por estos discípulos, sino también por todos los que creerán en mí por el mensaje de ellos. 21 Te pido que todos sean uno, así como tú y yo somos uno, es decir, como tú estás en mí, Padre, y yo estoy en ti. Y que ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
22 »Les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. 23 Yo estoy en ellos, y tú estás en mí. Que gocen de una unidad tan perfecta que el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas tanto como me amas a mí.

Mensaje

Después de disfrutar la última cena con sus discípulos y de anunciar que uno de ellos le traicionaría, Jesús toma un tiempo para orar por sus discípulos. Para interceder ante Dios por aquellos que Él le había dado para entrenarlos, capacitarlos y empoderarlos con el fin de continuar la tarea que el inicio. La extensión del Reino.

Dentro de ese tiempo de oración, Cristo también pidió por aquellos que un día llegarían a creer en él, por el trabajo de esos doce. Es decir por ti y por mi. Cristo le pidió a Dios porque haya unidad entre nosotros. Así como el Padre, el Espíritu Santo y el Hijo son uno, que también nosotros seamos uno. Un mismo sentir (El amor) y un mismo propósito, servir (en justicia y misericordia), para que de esta manera el mundo crea en Cristo.

Aplicación

Si bien Cristo intercedió por nosotros ante el Padre para que alcancemos la unidad, no ha sido fácil para la Iglesia  obedecer. Esto puede tener muchas razones, la principal es el pecado. La Iglesia está llena de personas diferentes y por diferenes no me refiero a mejores o peores, simplemente diferentes. Cada persona es un mundo y muchas veces quisiéramos que los demás pensaran y actuaran como nosotros. Pero ya lo dijo el Apóstol Pablo a los Romanos y Corintios, somos como un cuerpo, que está compuesto por muchas partes y cada una de esas partes tiene una función y es necesaria para el cuerpo entero. La mano no le puede decir al pie que no le necesita. Así nosotros no podemos menospreciar o desechar a otra persona porque piense diferente, se vista diferente o alabe a Dios diferente que nosotros.

De eso se trata la unidad, que entendamos que en medio de las diferencias tenemos algo en común y es el amor a Cristo. Debemos tener un mismo sentir que es el amor. Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos e incluso amar a nuestros enemigos. La otra parte de la unidad que debemos entender es que como iglesia tenemos un mismo propósito, el cual es servir. Servir a quienes me rodean, no importando color, sexo, condición social, económica o política. Simplemente servir porque es lo que Cristo hizo. El no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.

De esta manera, amandonos los unos a los otros y sirviendo en justicia y misericordia a quienes nos rodean, las personas que no conocen a Cristo, llegarán a conocerle, porque todos somos uno, como Cristo, el Padre y el Espíritu Santo son uno. Que no haya división entre nosotros.